Dick Fosbury es el perfecto ejemplo dentro del mundo del deporte de una personalidad libre, independiente y sin complejos. Su aportación al atletismo fue la de un genio, un deportista de mente joven que no estaba dispuesto a tomar el mundo como le venía, no aceptaría las convenciones sin previa meditación. En el instituto sus compañeros le llamaban esnob por salirse de las normas conocidas, pero poco le importaba. Simplemente, quería saltar más alto.
Es su inadecuación a la imperfección lo que le llevó a ignorar las técnicas de salto de altura que durante siglos se habían desarrollado. Dick daría a conocer al mundo un estilo nuevo y rompedor, mucho más efectivo. Hasta que irrumpiera Fosbury en el mundo del salto de altura, la técnica más común de saltar era el llamado estilo tijera, que consistía en un carrerilla perpendicular a la barra y un salto frontal. Fosbury conmovió al mundo con sólo 21 años, en las olimpiadas de México ´68, donde estrenó el estilo que pronto se conocería con el nombre de Fosbury flop.
El entonces desconocido atleta dio la espalda al estilo estilo tijera al iniciar una carrerilla oblicua y curva hacia la barra, la cual sobrepasaría limpiamente con un potente salto hacia detrás, arqueando acrobáticamente su cuerpo en el aire y haciendo el mejor uso de la inercia adquirida en la carrerilla. Batío el record mundial con un salto de 2,24m. Desde entonces, su técnica ha sido adoptada y perfeccionada por todos los atletas profesionales, quedando así obsoletos los métodos empleados antaño.
Fosbury, de complexión enclenque y zanquilarga, no era ningún portento físico. De hecho, no logró siquiera clasificarse para los notorios juegos de Munich ´72; para entonces, atletas con mayor poderío corporal ya habían adquirido su técnica, impidiendo así que el joven pionero pudiera repetir su hazaña olímpica. Pero hoy, con 60 años, ingeniero de profesión, sabe perfectamente que su aportación al atletismo va mucho más allá que una medalla de oro.
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