viernes, 9 de enero de 2009

Haile Gebreselassie, el Rey del Fondo.


Probablemente, si Haile Gebreselassie hubiera dominado el fútbol, el baloncesto o incluso otra prueba de atletismo más espectacular (como los 100 metros lisos) de un modo tan abrumador como lo hizo con el fondo en pista y como lo hace ahora con la maratón, se hablaría de él como uno de los más grandes deportistas de todos los tiempos.

Nacido en Arsi, Etiopía, en 1973, Gebreselassie, de padre granjero y 9 hermanos, tuvo una infancia marcada por la miseria y la pobreza, algo habitual en su país. No menos habituales son las espléndidas condiciones atléticas de que la genética dota a muchos de los nacidos en esa zona de África, especialmente para las carreras de larga distancia o “fondo”. Pero Haile era especial. Era el mejor entre los mejores. Conseguía, ya desde muy joven, arrasar a los africanos del mismo modo que tantas veces hemos visto a estos ridiculizar a sus competidores blancos.
Ya con 9 años, Gebreselassie iba corriendo a la escuela, que estaba a unos 10 kilómetros de su casa. Su primer triunfo lo consiguió en 1993, al lograr el Campeonato del Mundo de 10.000 y el subcampeonato en la prueba de 5.000. Era el principio de un dominio que duraría una década. En ese periodo, el atleta etíope logró dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta '96 y en Sydney 2000, así como 6 medallas en Campeonatos del Mundo. Gebreselassie partía como indiscutible favorito en todas las pruebas en las que participaba, y jamás fallaba. Numerosos fueron los espléndidos atletas a los que se enfrentó. Tuvo que hacer frente a estrategias de desgaste de sus rivales, en especial los kenianos, pero siempre reinó con maestría. Ganó en carreras lentas, en otras vertiginosas. Ganó atacando desde lejos o cambiando de ritmo en el último 400. Ganó siempre. Y por supuesto estableció innumerables plusmarcas mundiales. Su reinado, en pruebas de tanto desgaste, es difícilmente comparable a ningún otro en la historia del atletismo.
Gebreselassie fue elegante en todo momento. Y lo fue muy especialmente en el mundial de París, en 2003. Su discípulo, el joven Kenenisa Bekele, era ya más rápido que Haile. Bekele, sin percatarse, dejó descolgado al gran Gebreselassie. Al darse cuenta, Bekele aminoró su ritmo para esperar a Haile, pero este le ordenó con la cabeza bien alta que atacara. Bekele fue oro. Gebreselassie, plata. El príncipe Bekele era ahora rey. Gebreselassie le había coronado con aquel precioso gesto.
Pero aquel no era el fin del gran Haile. Tenaz, se pasó a la maratón. Y todavía hoy, con 35 años, arrasa en la prueba más dura del mundo, en la que ostenta el récord mundial, resultando tan imbatible como lo había sido en el 5.000 y el 10.000. Además, Gebreselassie ha recibido
prestigiosos galardones, tanto por su calidad como deportista como por su elegancia en el aspecto humano. Entre ellos destaca el Premio de la Academia Francesa del Deporte.
Bibliografía utilizada:

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